En el corazón de la Sierra Nevada de Santa Marta, una de las regiones más biodiversas y culturalmente ricas del continente, nació la Kabyteca: una biblioteca viva, comunitaria e intercultural. Este espacio, impulsado por la Fundación Kaby, representa mucho más que un lugar donde se guardan libros. Es un territorio de encuentro, diálogo y transformación donde el saber ancestral se abraza con el conocimiento moderno para fortalecer el tejido social de las comunidades rurales.
Desde su fundación en 2017, la Kabyteca ha ofrecido un modelo educativo único en América Latina. No se trata de llevar modelos externos ni imponer ideas foráneas. Por el contrario, la Kabyteca parte del reconocimiento profundo del territorio, del respeto a las cosmovisiones indígenas y campesinas, y de la escucha activa de las necesidades locales. En este espacio, niñas, niños, jóvenes y adultos tienen la posibilidad de leer, escribir, crear, jugar y soñar desde su propia identidad cultural.

Uno de los pilares fundamentales de esta biblioteca es la educación desde el arte. Aquí, los procesos pedagógicos no se limitan al uso del lenguaje escrito: se exploran las narrativas orales, la música, el teatro, la danza y las artes visuales como lenguajes de expresión y reflexión. Estas prácticas no solo potencian la creatividad, sino que también conectan a los estudiantes con su entorno, fomentando el cuidado de la tierra, el agua y la vida.
La Kabyteca también es un ejemplo de gestión participativa. Las familias, líderes comunitarios y sabedores locales tienen un papel activo en la construcción y desarrollo del proyecto. Esta inclusión fortalece los lazos comunitarios y promueve una educación con sentido, enraizada en la realidad cotidiana de quienes habitan la Sierra.
Además, la Kabyteca ha servido de inspiración para otras iniciativas en América Latina que buscan repensar la educación en contextos rurales. Su metodología intercultural, su enfoque ambiental y su apuesta por el arte como herramienta de transformación la han convertido en un referente regional.
En un mundo donde la homogeneización amenaza la diversidad cultural, experiencias como la Kabyteca nos recuerdan que otra educación es posible: una que respeta, que dialoga y que construye desde el amor por el territorio y por los saberes que lo habitan.